¡Buenos días! Feliz domingo a todos, espero que todos hayáis vuelto a clase, trabajo, etc. con mucha ilusión y que os vaya todo muy muy bien. Por mi parte todo genial, vengo a hablaros de una de las experiencias más especiales que he vivido últimamente. El pasado jueves 15 de septiembre tuve la enorme suerte y el placer de atender al concierto del violinista Ara Malikiam en las Ventas. Durante las tres horas que duró el espectáculo, Malikiam no dejó de moverse ni por un instante, saltando, bailando, divirtiéndose, en definitiva. Quizá la parte más tranquila y profunda fue el comienzo del concierto, en el que se proyectó un vídeo del músico en su viaje a Siria con el fin de fomentar la ayuda a los refugiados. Tras este, se adentró en el recinto caminando entre el público mientras interpretaba una suave balada, terminándola de forma estruendosa y animada sobre el escenario. Describió el evento como un viaje por el tiempo, la música y el mundo entero, que empezó en el Líbano, su tierra natal y pasó por Londres y Madrid entre otros lugares. Además, a parte de interpretar composiciones propias, nos deleitó con música que iba desde la famosa ópera Carmen hasta Led Zeppelin (del que os dejo un pequeño vídeo abajo), pasando por Vivaldi, Paco de Lucía y David Bowie entre muchos otros. Este amplio repertorio estuvo amenizado con historias sobre su vida que Ara relató con mucha chispa y tuvieron al público riéndose a carcajadas la mayor parte del tiempo, aunque al final se hizo mención y tributo al genocidio que tuvo lugar en el Líbano y que le arrebató a sus abuelos.
La energía y el buen rollo del artista tuvo al público (las Ventas al completo) en pie aplaudiendo durante más de cinco minutos y tras saludar dos veces, regaló una última canción que se agradeció con más y más aplausos.
En resumen, es uno de los momentos que no quieres que acabe, en los que sientes que los problemas no son tan grandes y que con una actitud más positiva el mundo sería un poquito mejor.
He de añadir que ese sentimiento se vio fomentado porque compartí esta experiencia con una de las personas más especiales para mí: mi tía, de quién recibí mi nombre y a quién he tenido demasiado tiempo lejos.
Antes de despedirme querría hacer mención a un hecho extremadamente gracioso que ocurrió antes de entrar al recinto: mi tía y yo estábamos buscando un sitio para cenar pero todo estaba demasiado lleno, de repente vimos uno en el que no había demasiada gente y decidimos entrar. Al hacerlo nos cambió la cara, no podíamos creer donde habíamos entrado: ¡un bar rociero!. Así que allí nos sentamos, con sevillanas de fondo, las mesas y las sillas más típicas, como si hubiésemos bajado a la feria, en casa. Y nada más, no es que fuese nada del otro mundo, pero nos encantó la casualidad.
Y con esto ya me despido, ¡espero volver a veros pronto!
Un besito y feliz semana.
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Ara Malikiam entrando entre el público.
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